Óscar Mora

Yo no soy nadie

01. De Ulises a Polifemo “Yo no soy nadie”, le dice Ulises a Polifemo para engañarle y así poder huir de la cueva donde está confinado con el resto de su tripulación. Siglos más tarde, Verne utilizará el mismo recurso para uno de los antihéroes más celebrados de la literatura universal: el capitán Nemo, que hundía barcos y causaba terror en todos los océanos. La pérdida de la identidad es un tema recurrente en la literatura moderna, y el propio Borges tiene una miniatura llamada “A un poeta menor” que dice: “La meta es el olvido / Yo he llegado antes”. La literatura puede enseñarnos a buscar nuestra identidad para luego perderla, a marcar el territorio de nuestra vida que es parte de la ficción y que, en soledad o con ayuda de otros, nos inventamos para poder sobrevivir. Viene esto a cuento porque en política se ha puesto de moda lo que los analistas de imagen llaman “el relato”, contar las cosas que se hacen o se prometen con estructura narrativa, ya saben: introducción, nudo y desenlace. Pero también con héroe, villano, puntos de giro, clímax e incluso a veces con tramas menores que descarguen el peso de la principal. Artur Mas y Rajoy están afirmando sus dos identidades en relatos verosímiles e incompatibles con motivo de la independencia de Cataluña, inconscientes del peligro que supone forzar la ficción y de las consecuencias que puede acarrear. Nos gusta escuchar una historia, nos gusta que nos cuenten cuentos desde que existe el lenguaje, y nos gusta que las historias nos emocionen, nos involucren y nos entretengan. Incluso nos gusta cuando las historias falsas pasan por verdad. Quizá deberían aprender del truco de Homero y de Julio Verne: hacer que el personaje pierda su identidad y no sea nadie para que pueda ser cualquiera de nosotros, para que el narrador personal se convierta en un narrador colectivo donde quepa cualquier vida. O quizá puedan echar mano de una de las últimas modas literarias: la autoficción. Vila-Matas la lleva practicando desde hace años con “El mal de Montano”, “París no se acaba nunca” o “Kassel no invita a la lógica”. Los escritores se convierten en personajes y borran de un plumazo la frontera entre novela y ensayo. También pueden echar mano del titánico proyecto de Karl Ove Knausgård, que va por el segundo volumen de una hexalogía autobiográfica cuyas ventas se cuentan por cientos de miles, y cuya principal fuerza es la arrebatadora potencia de la verdad escondida dentro de una mentira. “Mi nombre es nadie”, insiste Ulises, y con esa trampa consigue eludir todos los peligros, conjurar todos los fantasmas y evitar una muerte segura. Desaparecer para sobrevivir, como Nemo, licuarse en un nosotros casi invencible de la mano de los escritores que generosamente nos regalan los fragmentos más literarios de su vida para descubrir que no tenemos por qué estar buscándole un sentido a todo, para descubrir que no somos tan importantes como nos podría parecer. Descubrir, como Ulises, que no somos nadie. Que no nos queda sino seguir navegando. Publicado originalmente en la revista Culturamas

Kassel no invita a la lógica, de Enrique Vila-Matas

El viajero en la frontera Hace dos años, Enrique Vila-Matas fue invitado a participar en “documenta 13”, una de las exposiciones de arte contemporáneo más importantes del mundo, y que se celebra cada cinco años en la ciudad alemana de Kassel. Vila-Matas sería protagonista de una performance, en la que tenía que sentarse a escribir en la mesa de un restaurante chino, a la vista de los clientes y de los visitantes, además de dar una conferencia en la que estaba previsto que no fuese nadie a escucharla. Pero todo esto puede ser simplemente falso, aunque hay fotografías del escritor protagonizando esta instalación y todo esté documentado en los archivos de la exposición. Todo podría ser mentira porque no hay un autor donde los bordes de realidad y ficción se difuminen tanto como con Vila-Matas. Cuando empezó a publicar sus primeros libros, la crítica fue despiadada con el autor, que tildaba de poco menos que un divertimento narcisista su obra. El verdadero problema era que, como autor, se encontraba solo en el panorama literario español. La autoficción y la exploración de los límites entre los géneros no era algo a lo que los lectores estuvieran acostumbrados. Y hoy, que esas dos tendencias son cultivadas con profusión, se sigue encontrando solo: nadie sabe jugar a esos dos  juegos literarios como él lo hace, y cada dos o tres novelas vuelve a girar la tuerca de ambos para hacer saltar las normas con absoluta naturalidad, haciendo que “autoficción” y “límites literarios” pierdan su sentido por completo. Permítanme trazar una analogía con Lobo Antunes: el autor portugués practica desde que empezó a escribir una autoficción casi destructiva y redentora. Se encuentra atrapado en un laberinto mental del que sólo sabe escapar escribiendo para que sea el lector el que acabe atrapado en él. Vila-Matas parece tejer ese mismo laberinto sobre el lector, pero sobre las bases del humor y la ironía, tomando distancia usando para ello lo íntimo, y consiguiendo con éxito hacer de la continuidad de su obra algo nuevo por descubrir cada vez. “Kassel no invita a la lógica” puede leerse como una larga reflexión sobre el arte contemporáneo, si supiéramos definir qué demonios es el arte contemporáneo, y para ello cuenta paradójicamente con elementos tradicionales de narración: un personaje, que como siempre se parece a Vila-Matas pero no es en absoluto él, encerrado en una unidad de espacio y de tiempo. La peripecia del escritor invitado a una exposición de arte contemporáneo es el gran “mcguffin” que enmascara la realidad: no hay un argumento real en el libro, no hay un punto de partida sólido, como tampoco hay un lugar objetivo al que el narrador quiera llevarnos. Cada uno de sus 70 bloques textuales está organizado en torno a reflexiones exentas, que a su vez se justifican por medio de las frases-cofre, las ideas realmente brillantes, que cada uno tiene. Es una novela que se debe leer con un lápiz en la mano para ir subrayando y destacando las palabras que saltan por encima del resto del texto. El humor enmascara la importancia de las ideas que están operando a lo largo de todo el texto, y como le ocurre al narrador al tomar contacto con dos obras de la documenta 13: una estancia oscura con bailarines y una corriente de aire en una habitación vacía, al leer, el lector se adentra tanteando en la primera hasta recibir el suave roce de la segunda, y queda desvalido, como el viajero caminando justo encima de la línea de una frontera, incapaz de decidir en cuál de los dos territorios está su destino. Crítica publicada en el Diario Información (solo suscriptores) Enrique Vila Matas; Kassel no invita a la lógica. Ed. Seix Barral. 300 páginas. 19’50 euros

Entrevista a Enrique Vila-Matas

Enrique Vila Matas (Barcelona, 1948) es uno de los autores contemporáneos más leídos y traducidos; recientemente, ha recibido el premio Médicis por su novela El mal de Montano, convirtiéndose en el primer autor español que lo consigue, y precisamente en París transcurre su última novela, París no se acaba nunca, que nos sirvió de excusa para esta entrevista   Siempre estoy huyendo hacia delante, en un viaje sin posibilidad de regreso.   En las dos últimas novelas se observa cierta obsesión con el tema de la creación literaria, ofreciéndonos el anverso y el reverso de la misma; ¿esta nueva novela sobre tus años parisinos continúa la tendencia? En Bartleby se hablaba de los escritores que dejaban de escribir; en Montano me fui al otro extremo, al de alguien que lo vive todo en literatura y no puede parar de escribir. Si  Montano lo ha leído todo, y posee una biblioteca enorme, el personaje de París no se acaba nunca es muy joven y  maneja únicamente entre ocho y diez títulos. Es una novela muy autobiográfica y tiene un tono distinto, como un respiro tras las andanzas de Montano, y también es  otro giro más en mi producción. La novela surgió en el Puerto de Santa María, de una invitación que recibí para dar una conferencia sobre la ironía; la idea de escribirla surgió casi por casualidad,  cuento en ella  la historia de la confección en París, a mediados de los años 70, de mi primera novela, La asesina ilustrada. En este nuevo libro, como viene siendo habitual, mezclas ficción con ensayo, particularmente literario, ¿es una forma de reivindicar este género híbrido? He mezclado varios géneros en París no se acaba nunca: está planeada fragmentariamente, como un libro paralelo a París era una fiesta de Hemingway, que es también un libro de recuerdos y está escrito por fragmentos. Cada uno de esos fragmentos tiene el género adecuado a lo que quería contar en él, crónica periodística, el género memorialístico, el ensayo sobre la ironía, el relato breve, etcétera. ¿Qué diferencia hay entre este tipo de novela con tus libros de cuentos, que pueden leerse unitariamente? En El mal de Montano aparecía el cuento, en el nuevo libro también aparece, pero memorializo más, quizá obedece al tipo de libro que quería Hemingway, que se pasó su vida escribiendo cuentos, y después de su muerte se encuentra este libro. El cuento se incorpora dentro, como un género más de los fragmentos. Cada vez es más difícil discernir entre realidad y ficción, porque ficción y realidad están muy unidas Otra constante son las diferentes localizaciones, ¿es el viaje, el salir afuera, una necesidad para la creación literaria, o puede encontrarse todo en el interior? El viaje está por contraste a la vida monótona, lo que me gusta de París no se acaba nunca es que el comienzo y el final son dos viajes que guardo muy nítidamente en la cabeza; si me preguntaras qué hice o dónde estaba en otros años, debería echar mano del diario, estos dos años los tengo memorizados. El viaje se impone siempre en la literatura, ahí está La Odisea, que es quizá el primer libro. Una de las mejores cosas que se han escrito sobre mí es que mi literatura es “un  viaje al fondo de la noche sin regreso”, sin posibilidad de volver nunca a casa. Aquí vuelvo a mi juventud, pero revisitándola sin nostalgia y sin posibilidad de regreso, y así es como ha de ser. Claro que todos mis libros han sido escritos desde aquí [su casa en Barcelona], así que el viaje entra en contradicción con la escritura, en París no se acaba nunca aparece la dicotomía en un momento dado, entre  Rimbaud y  Mallarmé (la aventura o la vida en el domicilio) según avanza la vida, uno acaba saliendo, buscando fuera, y luego dentro, pero todo lo escribe, lo escribo quiero decir, sobre la mesa de trabajo que tengo desde hace 27 años en la Travesía del Mal –¡vaya nombre para mi calle!- de Barcelona. ¿Está Vila-Matas, como sus personajes, enfermo de literatura?  Para quitarme ese cliché de enfermo, he publicado esta nueva obra, y ahora me perseguirá la idea de que estoy volviendo a París. Recientemente estuve en Alemania para presentar la traducción de una anterior novela mía sobre espías, y allí me he sentido perseguido por la idea de que soy un escritor de espías. Siempre es una huida hacia delante, un viaje sin posibilidad de regreso. La escritura puede salvar al hombre hasta en lo imposible ¿Has encontrado respuesta a la obsesiva pregunta de Montano “Y si en el paraíso hubiera otra muerte”? Nadie propone una tercera vida a la existencia o no de Dios; es una forma de salir de esa dualidad entre la existencia o no de lo trascendente, que tan de moda está ahora; en Montano proponía la posibilidad de una literatura futura que hablase de esa tercera vía. La escritura puede salvar al hombre hasta en lo imposible. Con tus últimas novelas, ¿estás tratando de mostrar que ficción y realidad no están tan separadas? Es fundamental que se observe que cada vez es más difícil discernir entre realidad y ficción, porque ficción y realidad están muy unidas; trato de borrar las líneas entre ellas. Con París no se acaba nunca he intentado hacer, salvando las distancias, como Kafka en su diario: por ejemplo, un día registra una entrada donde cuenta un accidente que ve con una bicicleta; años más tarde, escribe el mismo accidente pero en forma de cuento, y aunque hay algunas diferencias, es básicamente lo mismo. Cualquier cosa puede ser materia literaria. ¿Es la literatura intrínseca del ser humano, o una “enfermedad”? Las hojas en que escribimos también son parte de la naturaleza, como lo son las hojas y los troncos de los árboles.  La misma ironía no es algo impostado en el hombre, no es algo añadido, sino algo con lo que nacemos, aunque tardamos en descubrirlo. Por fortuna, el ser humano está ligado intrínsecamente … Leer más