Óscar Mora

El nadador en el mar secreto, William Kotzwinkle

Crónica del dolor William Kotzwinkle, El nadador en el mar secreto. Navona editorial, 96 páginas, 11’50 euros   Es difícil escribir una reseña sobre este libro para alguien que, como yo, espera ser padre en pocos meses. Kotzwinkle es autor principalmente de novelas de fantasía, y además de haber recibido varios premios en este género, es el responsable de la novelización del guión de “E.T. el extraterrestre”. En el año 1975, William y su esposa estaban esperando la llegada de su primer hijo. Una mañana muy fría la mujer rompió aguas y, mecánicamente y envuelto en un ensueño, el autor repitió los gestos que tenía ensayados: envolver a la madre en una manta, calentar la camioneta en el helado paraje en el que vivían, conducir al hospital, acceder al registro. El niño, que venía de nalgas, nació muerto. Después de la autopsia y los días de reposo de su mujer, Kotzwinkle recibió el cadáver de su hijo en un sudario de lino, le fabricó un pequeño ataúd con sus propias manos, lo transportó en un trineo hasta el lugar donde quería enterrarlo y cavó con furia hasta hacer un agujero de más de un metro de profundidad. Enterrado el bebé, se encerró en su estudio y se sentó a escribir. El adagio dice que perder un hijo, además de antinatural, es un dolor tan profundo que el lenguaje no tiene un palabra para describirlo, como sí hace con la situación contraria. ¿Qué ocurre con la vida una vez que te ocurre algo así? El proceso de embarazo no es simplemente el de la gestación de una vida, sino que a lo largo de los nueve meses que dura se hace una proyección que abarca el resto de la vida de los padres, por lo que es difícil imaginar qué pasa por la cabeza de alguien a quien, en el breve lapso de un minuto, le dicen que su vida no es ni va a ser como estaba previsto. El nadador es el hijo de Kotzwinkle, y el mar secreto el vientre de la madre. La novela –apenas cien páginas- está escrita con una sobriedad admirable, pero con toques y lenguaje poético que no ayudan a detener el impacto de la terrible revelación que contiene. Este libro es a la vez una manera  de exorcizar el dolor y un regalo a los lectores. Se trata de un retazo de vida arrancado salvajemente y expuesto con naturalidad, narrado no solo desde el dolor, sino también desde el amor más inmenso y ofrecido sin dramatismos ni un lenguaje exagerado. “El nadador en el mar secreto” produjo muchas reacciones personales en el momento de su publicación, pero quedó relegado en el olvido. En 2012, Ian McEwan lo citó dentro de una de sus novelas, y se redescubrió la potencia de un relato tan sencillo, que la editorial Navona escogió para abrir su colección “Los ineludibles”. Esta colección, compuesta por cuatro libros al año, pretende recuperar libros “que todo el mundo debería leer”, y lo hace contrariando todas las campañas y consejos de marketing: portadas monocromas y ausencia de reseña o sinopsis en la contraportada: es el texto el que se defiende y se vende a sí mismo. En esta misma colección, podemos disfrutar autores y libros más conocidos, como “Los papeles de Aspern”, de Henry James, o “La muerte en Venecia”, y novelas que conviene conocer, como “Una saga moscovita”, de Vasili Aksiónov. Volviendo a “El nadador en el mar secreto”, uno de sus valores es la capacidad que tiene de emocionar a cualquier lector con una prosa tan sencilla y directa. La delicadeza y a la vez la crudeza con las que aborda el tema alude a un sentimiento que todos hemos tenido, o que vislumbramos en el horizonte: el dolor absoluto, inimaginable y total, capaz de deshacernos como personas y girar el mundo por completo, y la manera de afrontarlo para regresar mentalmente sanos a nuestra vida.   Reseña publicada en el diario Información (suscriptores)

Lo contrario de la soledad, de Marina Keegan

Hacer que todo suceda Marina Keegan se encontraba en mayo de 2012 cumpliendo un exacto destino literario. Se acababa de licenciar “magna cum laude” en Humanidades por la Universidad de Yale, había trabajado con uno de los popes de la literatura mundial, Harold Bloom, sus obras de teatro se representaban en los círculos más selectos, y ya tenía un puesto de trabajo esperándole en la más prestigiosa de las revistas literarias, The New Yorker. En ese momento, cinco días después de la graduación, sufrió un accidente de coche y su vida se apagó instantáneamente. Con tan sólo 23 años, su producción literaria era muy corta, pero también muy prometedora. Su familia y profesores decidieron reunir sus cuentos y ensayos en “Lo contrario de la soledad”, que es el texto que ejerce como prólogo y que se convirtió en viral a las pocas horas de la muerte de Keegan. Se trata del discurso que dio el día de su graduación, lleno de optimismo, ingenuidad y vitalidad. “Lo contrario de la soledad” es el texto que hace de prólogo del libro y se convirtió en viral a las pocas horas de la muerte de la autora Empecemos por lo más difícil: si Marina Keegan no hubiese muerto de manera tan repentina y trágica, es muy probable que este libro no se hubiera publicado y, en el caso de que hubiese visto la luz, no habría tenido la repercusión que ha tenido. Es completamente imposible iniciar la lectura, después de un emotivo prólogo de su familia y una de sus profesoras, sin tener en cuenta el dato de su trágica muerte, que se va repitiendo como un Pepito Grillo y martillea la lectura: cada vez que la autora hace un canto a la juventud, a la potencia aterradora de la era global en la que vivimos o en sus ficciones algún personaje –inevitablemente jóvenes y desorientados como la propia Keegan- un halo helado rodea el texto y nos remite a un coche destrozado en una cuneta. El ansia por aprovechar la vida que destilan muchos de los textos impide Si se supera esta primera resistencia, los textos que quedan nos enseñan la potencia de una brillante narradora. Es inútil hablar de influencias, proyecciones o carrera literaria. “Lo contrario de la soledad” alberga la paradoja de ser un libro vitalista, con narraciones y textos que animan a exprimir toda la potencialidad de nuestras cortas vidas, y a la vez es un texto que se cierra en sí mismo, de resultas de la imposibilidad de que la promesa de gran narradora se materialice. Los relatos de este libro se enmarcan dentro de un costumbrismo americano teñido por el ambiente naïf que aporta una escritora con un imaginario de gran potencia, pero todavía inmaduro. “Lo contrario de la soledad” se mueve  dentro de los escenarios en los que un hecho azaroso lo cambia todo por completo. Keegan parecía obsesionada por todo lo que no podemos controlar, por todo lo que vemos venir e inevitablemente configurará nuestro destino. Desconozco si hay más textos, y esta selección se ha hecho ex profeso con los cuentos y artículos que inciden en esta faceta. En todo caso, el libro queda como testimonio de que toda la potencia, belleza, y capacidad que podamos desarrollar tiene que ser lanzada hacia el universo, como propone el último de los textos, antes de que nos arrepintamos, antes de que sea demasiado tarde, antes de que, cito a la autora, ya no estemos a tiempo de “hacer que algo ocurra en el mundo”. Crítica publicada en el Diario Información (suscriptores) Marina Keegan, Lo contrario de la soledad. Editorial Alpha Decay. 203 páginas, 19’90 euros.

Kassel no invita a la lógica, de Enrique Vila-Matas

El viajero en la frontera Hace dos años, Enrique Vila-Matas fue invitado a participar en “documenta 13”, una de las exposiciones de arte contemporáneo más importantes del mundo, y que se celebra cada cinco años en la ciudad alemana de Kassel. Vila-Matas sería protagonista de una performance, en la que tenía que sentarse a escribir en la mesa de un restaurante chino, a la vista de los clientes y de los visitantes, además de dar una conferencia en la que estaba previsto que no fuese nadie a escucharla. Pero todo esto puede ser simplemente falso, aunque hay fotografías del escritor protagonizando esta instalación y todo esté documentado en los archivos de la exposición. Todo podría ser mentira porque no hay un autor donde los bordes de realidad y ficción se difuminen tanto como con Vila-Matas. Cuando empezó a publicar sus primeros libros, la crítica fue despiadada con el autor, que tildaba de poco menos que un divertimento narcisista su obra. El verdadero problema era que, como autor, se encontraba solo en el panorama literario español. La autoficción y la exploración de los límites entre los géneros no era algo a lo que los lectores estuvieran acostumbrados. Y hoy, que esas dos tendencias son cultivadas con profusión, se sigue encontrando solo: nadie sabe jugar a esos dos  juegos literarios como él lo hace, y cada dos o tres novelas vuelve a girar la tuerca de ambos para hacer saltar las normas con absoluta naturalidad, haciendo que “autoficción” y “límites literarios” pierdan su sentido por completo. Permítanme trazar una analogía con Lobo Antunes: el autor portugués practica desde que empezó a escribir una autoficción casi destructiva y redentora. Se encuentra atrapado en un laberinto mental del que sólo sabe escapar escribiendo para que sea el lector el que acabe atrapado en él. Vila-Matas parece tejer ese mismo laberinto sobre el lector, pero sobre las bases del humor y la ironía, tomando distancia usando para ello lo íntimo, y consiguiendo con éxito hacer de la continuidad de su obra algo nuevo por descubrir cada vez. “Kassel no invita a la lógica” puede leerse como una larga reflexión sobre el arte contemporáneo, si supiéramos definir qué demonios es el arte contemporáneo, y para ello cuenta paradójicamente con elementos tradicionales de narración: un personaje, que como siempre se parece a Vila-Matas pero no es en absoluto él, encerrado en una unidad de espacio y de tiempo. La peripecia del escritor invitado a una exposición de arte contemporáneo es el gran “mcguffin” que enmascara la realidad: no hay un argumento real en el libro, no hay un punto de partida sólido, como tampoco hay un lugar objetivo al que el narrador quiera llevarnos. Cada uno de sus 70 bloques textuales está organizado en torno a reflexiones exentas, que a su vez se justifican por medio de las frases-cofre, las ideas realmente brillantes, que cada uno tiene. Es una novela que se debe leer con un lápiz en la mano para ir subrayando y destacando las palabras que saltan por encima del resto del texto. El humor enmascara la importancia de las ideas que están operando a lo largo de todo el texto, y como le ocurre al narrador al tomar contacto con dos obras de la documenta 13: una estancia oscura con bailarines y una corriente de aire en una habitación vacía, al leer, el lector se adentra tanteando en la primera hasta recibir el suave roce de la segunda, y queda desvalido, como el viajero caminando justo encima de la línea de una frontera, incapaz de decidir en cuál de los dos territorios está su destino. Crítica publicada en el Diario Información (solo suscriptores) Enrique Vila Matas; Kassel no invita a la lógica. Ed. Seix Barral. 300 páginas. 19’50 euros

Nada se opone a la noche, de Deplphine de Vigan

En este lado de la vida Uno de los actos más íntimos posibles es quitarse la vida por la propia mano. El valor o la cobardía que se requiere para desaparecer por voluntad propia es una cuestión que queda entre el suicida y la pastilla, el frasco de veneno, el puñal o la pistola. A los que se quedan de este lado de la vida sólo les queda la conjetura, aventurarse a imaginar los motivos, creer o no en la nota que no todos los suicidas dejan, añadir una muesca indeleble en sus hitos vitales. Cuando ocurre un suicidio en una familia, lo habitual es ocultarlo, apartar el tema y tratar de que nadie lo sepa. Hay algo de vergonzoso en la idea de que la persona que lo ha hecho se ha rendido, ha renunciado a tratar de darle un sentido a todo, y esa vergüenza mancha a todos los que le rodeaban. La escritora francesa Delphine de Vigan encontró muerta a su madre, Lucile, con tan sólo 61 años. Resultaba evidente que Lucile se había quitado de en medio después de haber intentado en repetidas ocasiones superar una vida llena de caos, con episodios de internamiento en psiquiátricos y una ristra de amores desgraciados. Con una valentía admirable, de Vigan decidió tratar de comprender a su madre mediante un acto literario. Entrevistó a los hermanos sobrevivientes de Lucile, reunió las grabaciones de su abuelo, los testimonios, las imágenes y todo lo que pudo encontrar, y trató de darles forma de libro. El resultado es casi lo que podemos denominar un clásico instantáneo, un ejercicio de estilo que nos muestra cómo enfrentar la propia vida y tratar de comprender la de los demás. Los buenos libros, los que no tratan de enseñar nada activamente pero dejan un poso en los lectores, deberían parecerse a “Nada se opone a la noche” Los problemas que plantea una novela de este tipo han sido solventados con mucha solvencia por parte de la autora: por un lado, una narración en primera persona, al borde de la autoficción, pero con pocos toques de verdadera ficción; por otro, la división en tres bloques que encajan como un puzle virtuoso: la infancia no tan feliz, la época de la libertad de Lucile, y el desmoronamiento intelectual a través del prisma de sus dos hijas. Los capítulos se ven salpicados por bloques de texto donde la escritora describe el dolor y la complejidad del proceso. Cómo está reuniendo y tratando el material, la renuencia de parte de la familia a sacar a la luz aspectos concretos de su propia historia, o cómo su propio entorno reacciona a los hallazgos de Delphine. Los buenos libros, los que no tratan de enseñar nada activamente pero dejan un poso en los lectores, deberían parecerse a “Nada se opone a la noche”: de forma sutil, la escritora abre una pequeña ventana a un mundo donde el lector no está seguro de querer entrar, y para cuando asoma tímidamente la cabeza en las diferentes tramas, aparece siempre “la revelación”, un nuevo punto de apoyo para el suicidio de Lucile, que hace tambalear el suelo bajo los pies de su hija. “Nada se opone a la noche” viene a confirmar el rotundo comienzo de Anna Karenina: “Todas las familias felices se parecen entre sí, pero las familias infelices lo son a su propia manera”, y la manera de esta familia atraviesa tres generaciones y un pequeño compendio de éxitos y fracasos cotidianos. Crítica publicada en el Diario Información Delphine de Vigan; Nada se opone a la noche. Editorial Anagrama. 376 páginas, 19’90 euros.