Óscar Mora

¡Melisande! ¿Qué son los sueños?, de Hillel Halkin

Cuando todo es posible

Hillel Halkin, ¡Melisande! ¿Qué son los sueños?. Libros del Asteroide. 264 páginas. 18’95 euros

“(El rey) –Te está soñando a ti. Y si dejara de soñar contigo, ¿qué crees que te pasaría?”
Lewis Carroll, A través del Espejo

“¡Melisande! ¿Qué son los sueños?” tiene muchos puntos en su contra para convertirse en un libro muy leído: está escrito en segunda persona, formalmente es una carta de amor de más de doscientas cincuenta páginas, y no cuenta con unos personajes llamativos, luminosos o especialmente memorables. Sin embargo, lo tiene todo para ser una de las mejores novelas editadas en castellano en lo que llevamos de año. Una de sus grandes ventajas es que se trata de la novela-debut de un autor de más de 70 años, Hillel Halkin: carece, por tanto, de los errores de las “óperas primas” de la mayoría de autores. Como ocurre en tantas otras ocasiones, puede pensarse que se trata de “la” historia que el autor ha llevado dentro en todo su periplo vital, y conociendo estos datos, es difícil no pensar que, más que una novela de ficción, se trata de un volumen de memorias mal disimulado. El autor tiene, además, formación clásica y es traductor, por lo que el buen uso del lenguaje también está garantizado.

La delicadeza con que el espacio privado es desvelado en esta novela no oculta la crudeza del mensaje: la vida es imperfecta

Todo esto nos lleva a un libro que cuenta con una anti-estructura narrativa. Los recuerdos se van sucediendo en esta carta uno detrás de otro, con enlaces y caminos ocultos que no sabemos dónde van a parar. A pesar de lo que pudiera pensarse, estas lagunas estructurales no van en contra de la novela, sino que refuerzan la verosimilitud: la trama no se parece a la vida, “es” la vida, con incoherencias, callejones sin salida, largas pausas y actos de perdón para errores imperdonables. La prosa de Halkin es sencillamente magnífica, envolvente y adictiva. Goza de una de las virtudes de los buenos libros: logra la identificación del lector de forma casi automática. Cuando, mediada la trama, parece que estamos ante un libro iniciático, donde se nos narra el viaje de tres jóvenes hacia la edad adulta cumpliendo con los cánones de los triángulos amorosos, y la narración alcanza el punto climático, todo desciende hacia unos capítulos-valle que tendrán su propio desarrollo independiente hacia una resolución que, una vez leída, parece la única posible. No sólo para esta historia, sino para la vida de todos los desencuentros. Pero sigue siendo una historia y un libro sobre el amor, sobre la única de las pasiones que realmente merece la pena, y sobre el desvelamiento de lo íntimo. La delicadeza con que el espacio privado es desvelado no oculta la crudeza del mensaje: la vida es imperfecta, nosotros mismos somos sólo parte de un sueño que no podemos soñar solos.

La prosa de Halkin es sencillamente magnífica, envolvente y adictiva. Goza de una de las virtudes de los buenos libros: logra la identificación del lector de forma casi automática.

A lo largo de “¡Melisande! ¿Qué son los sueños?”, se repite varias veces la escena de los personajes haciéndose la pregunta del título, y se responden con el alivio que supondría ser la creación onírica de otra persona. Sólo uno de los integrantes del trío protagonista se atreve a seguir el impulso de los sueños desde el principio, y los otros dos le acompañarán cuando ya es demasiado tarde, incluso para los sueños, y sólo queda el consuelo de encontrarlos en una novela de tan bella factura como esta. Tengan o no un sueño del que arrepentirse, léanla como el que entra en el duermevela y cree que todo, incluso el amor, aún es posible.

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