Óscar Mora

La guardia, de Nikos Kavadías

Un poeta radiotelegrafista

Nikos Kavadías; La guardia. Editorial Trota Libros, 264 páginas; papel 21’95 €, ebook 9’99 €

Todo comienza en el mar. Los cimientos de nuestra civilización se asientan sobre los viajes marítimos más o menos azarosos de un puñado de griegos que abandonaron sus numerosos archipiélagos para visitar el resto del Mediterráneo y poder volver a casa a contar el relato de sus aventuras. Lejos de la narrativa épica, luminosa, de los mitos, los griegos se hicieron dueños de todos los mares durante siglos a fuerza de necesidad, aceptando el destino acuático al que les obligaba una tierra demasiado escasa y demasiado poco fértil. Nikos Kavadías no fue ajeno a este destino viajero de los helenos, ya que él mismo nació lejos de Grecia, en Manchuria, lugar en el que sus padres, comerciantes y de familia de armadores, se habían asentado siendo proveedores del ejército del Zar.

La familia regresa a Grecia en 1914, aunque el padre de Nikos sigue viajando a Rusia, con el resultado de que fue encarcelado durante la Revolución de Octubre. Cuatro años más tarde volvió a El Pireo, y esos fueron los años más estables para el escritor griego. Comenzó a publicar poemas bajo pseudónimo, y creía haber evitado la vida nómada de sus padres cuando se examinó para entrar en la facultad de Medicina. Ese año muere su padre, y Nikos se ve obligado a trabajar en una oficina naval. Sin dejar de escribir y publicar, sus viajes empezaron a contaminar su escritura y a modificar su mirada poética sobre el mundo. Cuando sus poemarios empiezan a tener aceptación y buenas críticas, estalla la Segunda Guerra Mundial. Kavadías, que era radiotelegrafista, combate en el frente de Albania y se une a la resistencia en la Atenas ocupada.

Kavadías se limitó a levantar acta de todas las cosas que vio y los personajes que conoció en sus años de navegación. Todo comienza en el mar y, como lo calificó la crítica alemana, «La guardia» es un viaje al final del mar.

Después de la guerra, no dejó de viajar hasta el año 1975, en el que la muerte le sorprendió preparando un nuevo poemario. Nos dejó una obra poética poco extensa pero muy popular en su país natal, algunos relatos, y una única novela: «La guardia», que aparece editada gracias a la colaboración entre Trota Libros y Club Editor, que la han publicado, respectivamente, en castellano y catalán. La primera de las tres partes en que está dividida «La guardia» nos presenta los diálogos entre los marineros del Pytheas mientras hacen el turno de vigilancia de madrugada. Se trata de una colección de anécdotas e historias que se van hilando y salpicando con la relación de esos marinos que están surcando el sureste asiático. El testimonio directo es descarnado y nos pone delante de una colección de códigos, aventuras poco edificantes y miserias protagonizadas por marineros mercenarios que ya se habían encontrado en otros buques. Kavadías dijo en vida que no podría publicar su autobiografía, porque le matarían, y es fácil de entender si creemos que los episodios de esta primera parte, con prostitutas, contrabando, adulterios… están basados en su experiencia personal. Saltamos de la admiración al asombro, pasando por el asco y alguna carcajada espontánea de corta duración.

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En las otras dos partes de la novela aparece un narrador en primera persona, que les dota de un carácter mucho más íntimo, especialmente en la segunda. Si la primera parte tenía la quietud de unos hombres casi estáticos, desapegados de su cometido como marineros que dedican el tiempo a contar anécdotas y maldecir su destino, ahora asistimos a viajes por el océano Índico, Grecia y China, y un catálogo de personajes va desfilando ante nosotros. En ocasiones, son tan inverosímiles en sus situaciones y descripciones que lo único que podemos pensar es que son absolutamente reales, y que Kavadías se limitó a levantar acta de todas las cosas que vio y los personajes que conoció en sus años de navegación.

Todo comienza en el mar y, como lo calificó la crítica alemana, «La guardia» es un viaje al final del mar. La condición de poeta impregna todo el relato, especialmente si nos atenemos a la precisión de los diálogos y la caracterización psicológica de los personajes a través de sus pensamientos y acciones. La personalidad melancólica del autor nos muestra un diario de navegación existencialista, que nos abre la puerta a un mundo de seres desdichados en el que es sencillo acoplarse por la forzada familiaridad entre ellos. Algunas de las historias son realmente hermosas, otras terribles, y también las hay que pueden dejarnos indiferentes en su narración, pero no en la manera de ser descritas: los miembros de la tripulación del Pytheas se saben al margen del mundo, y ven que cada vez que regresan a casa todo o casi todo ha cambiado, y solo en el suelo inestable y desdichado del barco pueden encontrar una estabilidad rodeados de seres como ellos. Todos representan el papel de Scherezade en una especie de recreación de Las mil y una noches políticamente incorrecta. ¿Qué es, entonces, «La guardia»? ¿Un libro de viajes, de aventuras, una crónica marinera, un compendio de relatos de viajeros? Todos estos estilos y géneros están recogidos en sus menos de 300 páginas, armonizados e hilvanados gracias al oficio de Kavadías. Como ya hemos señalado, no fue un autor demasiado prolífico, sino que apenas nos publicó en vida tres relatos, dos poemarios (y otro póstumo) y una novela.

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No tenía prisa por contar, sino la necesidad de mostrar el mundo al que pertenecía con delicadeza pero sin quitarle crudeza. Su obra no alcanzó notoriedad ─hoy en día sus poemas se enseñan en los colegios griegos y han sido musicados con gran éxito─ hasta después de muerto, y aunque su casa era punto habitual de reunión de escritores y artistas, fue subestimado por los autores contemporáneos griegos. De hecho, el propio Kavadías cuenta cómo llevó como pasajero al también poeta y ganador del Nobel Yorgos Seferis, y este le ignoró durante todo el viaje. Kavadías dejó escritos los versos «Yo que deseé tanto que un día me enterraran / en algún mar profundo de las Indias lejanas, / tendré una muerte triste y bastante normal / y un funeral de esos como toda la gente».

Qué mejor homenaje, qué mayor destino que embarcarse en el Pytheas junto a Kavadías para realizar ese último viaje que ha de llevarle hasta el final del mar.

Artículo aparecido en el número 25 de la revista Lletraferit