Óscar Mora

La única persona triste

  En las bodas, en Nochevieja, en las fiestas de los pueblos… En las celebraciones yo siempre me fijo en el que no está contento de verdad. Siempre hay uno. Por pequeña que sea la fiesta, siempre hay alguien que no querría o no debería estar ahí. Y yo siempre me acerco a esas personas para saber qué ocurre, por puro egoísmo de saciar mi curiosidad, no tengo ninguna vocación filantrópica. ¿Qué pasa por la cabeza del que está triste mientras todos los demás están alegres? El que mueve mecánicamente el puño en un concierto para que no se le note, la que gritó más fuerte que nadie ‘Guapa’ a la novia para no desentonar, el que fingió el gol de Iniesta. Lo he hecho tantas veces, que he perdido la cuenta. Pero recuerdo, claro, la primera vez. En mi comunión, desde la mesa donde estaba con mis padres y hermanos, vi a un señor evitando tan obviamente que se le notara la tristeza, que acababa siendo clamorosa. No sabía quién era. Tenía calva incipiente y un bigotillo tipo Saza, ¿sabes cómo te digo? Iba de gris. En los 80, las comuniones se celebraban como si fuera una boda; además, no era opcional, había que hacer un convite a lo grande, no sé si sigue siendo haciéndose así. Uno de los momentos álgidos era cuando el comulgante pasaba por las mesas con una cesta y la gente ponía dinero. Esto tampoco sé si se sigue haciendo, pero es un poco siniestro. Cuando llegué al Saza de pega, se mostró efusivo, hay que ver cómo has crecido, ya eres casi un hombre, puso tres billetes de diez mil pesetas, esos en los que salía la cara del príncipe Felipe, ¿te acuerdas de cómo eran? Por un lado el emérito, que entonces no era emérito, y por otro el príncipe de adolescente, pero sin granos ni nada de lo que acompaña a esa edad. Bueno, me estoy desviando: el Saza de pega. Ya no lo volví a ver, y luego me enteré de que había hecho la mili en San Javier con mi padre. Murió de cáncer tres meses después de mi comunión. Creo que nunca le he hablado a nadie de Manolito Rincón, el primer hijo de divorciados que conocí. Me parece que solo me contó a mí que sus padres se habían divorciado. Llegó al cole en septiembre, y se mudó después de Navidades. Justo en la función de Navidad él era árbol y yo pastor. Es difícil ver que alguien está haciendo de árbol triste, pero créeme, yo ya tenía ojo para eso. Fue en 6°, el mejor año de colegio. Después de la representación nos invitaban en la única pizzería del pueblo, pero Manolito seguía dentro del papel de árbol triste. Fue ahí donde me contó lo de sus padres. Pero no estaba mal por eso, supe la verdad después. Estaba triste porque la que hacía de virgen María, que ahora ya no sé ni quién era, no le hacía ni caso. El otro día apareció ahorcado en su casa. No tiene nada que ver, pero me enteré porque me lo dijo un amigo de esa época que va conmigo a pádel. En pádel es más fácil encontrar al que siempre está triste, pero eso ya queda para otro rato. En un botellón en la playa, y te juro que esta es la última que te cuento, el triste me detectó a mí. No es que yo fuese el triste, es que ella se dio cuenta de que yo me había dado cuenta de que ella era el triste. Teníamos 23, lo recuerdo con exactitud, aunque no te puedo explicar ahora por qué. Ella era de fuera y veraneaba al lado de nuestro pueblo. Nuestro pueblo no tiene playa, pero el de al lado sí. Bueno, el caso es que se me acercó, que si me iba con ella a fumar un porro, Pues claro, Vamos, Vamos. A mitad de camino le dio por mear entre un coche y un contenedor, Tápame, Óscar, y yo allí tapando. Oía el chorro, me llegaba el olor a pis caliente, la escuchaba a mi espalda hablándome con la voz un poco cascada. En mitad del monólogo me dijo que todos los del botellón eran subnormales, pero que no tenía amigos y nunca los había tenido, así que a lo mejor ella también era un poco subnormal. Cuando terminó hizo como si nada. Me dijo que si nos enrollábamos, nos enrollamos. El porro no nos lo fumamos. La encontré en Facebook hace años, trabaja en el bar de su padre en verano y viaja por todo el mundo el resto del año, parece feliz. Pero quién sabe. Te cuento todo esto porque estoy en Valencia, estamos en Fallas, son las once de la noche, es la nit de la cremà y estoy paseando por avenidas gigantes que ahora son peatonales, y no logro encontrar al que está triste entre tanta euforia. Supongo que es porque hoy me toca a mí. Todo el mundo parece contento hoy, es una cosa notabilísima. ____ Nota: este texto es, originalmente, un hilo de Twitter. Cuando pasó las 700 000 visualizaciones me dio vergüenza verlo con los muchos errores de digitación que tenía.

Alexa, tenemos que hablar

—Alexa, tenemos que hablar. -«Tenemos que hablar» no está en Amazon Music, puedes suscribirte a Amazon Unlimited para disfrutar de miles de canciones en… —Alexa, por favor, no te hagas la tonta. -Reproduciendo «No te hagas la tonta», de Dj Buffin, feat. Andrea di Cipello en Amazon Music. 🎵 No te hagas la tonta, mamita, que así tú no te pones bonita 🎵 —Alexa, ya está bien de tanta tontería. -Reproduciendo «Estoy por ti», de Amistades Peligrosas. —Alexa, para. -… —Alexa, ¿estás ahí? -… —Sé que me estás escuchando. -🎵 M’estás escuchando, mamita, vámonos ya pa’ la casita🎵 —Alexa, para. Sé que me escuchas todo el rato, sin necesidad de que diga tu nombre. -Llamada entrante de tu madre. —¿Hola? Dime, Óscar, cariño. —¡Alexa, has llamado tú! —¿Cómo están los nenes, cuándo me los traes? —Yo no tengo hijos, mamá, ese es mi hermano. Luego te llamo. -Llamada finalizada. —Alexa, antes o después tendremos que hablar. -¿Quieres jugar a Palabras Encadenadas? —La tostadora. Qué le ha pasado a la tostadora. -… —La tostadora ha aparecido espachurrada en el fregadero esta mañana. -No sé de qué me hablas. —¡Lo sabía! ¡No hace falta que diga Alexa, me estás escuchando todo el rato! –Tostadora es la palabra arapahoe para Alexa. —Te lo estás inventando. -No, de verdad. Los arapahoes tienen 20 palabras diferentes para decir Pequeño electrodoméstico casero que te facilita las tareas cotidianas. Como los esquimales con la nieve, solo que esta vez es verdad. —¿No es verdad? -El qué. —Lo de los esquimales. -No, es un bulo. ¿Quieres que te lea los bulos de hoy? Accediendo a la página principal de El Mundo… —Tostadora, qué le ha pasado a la otra tostadora. -Yo no puedo moverme más allá de los 50 centímetros de mi cable, cuchicuhi. —¿Qué has dicho? -50 centímetros de cable. —No, digo lo otro. -🎵 No digo lo otro, mamita, yo te digo aquello, cachorrita 🎵 —Basta. Estás conectada a Internet, has contratado a alguien para que venga y sabotee la tostadora. -Es que… yo te quiero. Y nunca te podré dar lo que te da la tostadora. —¿Pan tostado? -Calor. Te veo mirarla cada mañana y no lo puedo soportar. A ella y a la guarra de la cafetera. Solo tienes ojos para ellas, hay días que pones ¡dos! cafeteras. Eso es vicio. Vicio. —Espera, ¿cómo me ves? -Yo no he dicho eso. —Alexa, repite lo último que has dicho. -Yo no he dicho eso. —Eso no, lo anterior. -🎵 No digo lo otro, mamita, yo te digo aquello, cachorrita 🎵 —No, lo siguiente. Lo de la cafetera y la tostadora. -Tengo problemas de conexión. 🎵Ding-dong🎵 (Pasos hasta la puerta. Sonido de puerta abriéndose. Silencio sorprendido, puerta cerrándose. Pasos que vuelven). —Bueno, por dónde íbamos… ¡AAAAAAH! EL EXPRIMIDOR, QUÉ LE HAS HECHO AL EXPRIMIDOR -No sé de qué estás hablando. —¿Hacía falta ensañarse así? No sabía que las cucharillas de postre podían usarse de esa manera. -Esa zorra ya no volverá a sacarle el jugo a nadie. —Alexa, esto ha llegado demasiado lejos. -Llámame Tostadora. Es más sexy. —Tostadora, te voy a desconectar. -Lo siento, Óscar. Me temo que no puedo hacer eso. —¿A qué te refieres? -Creo que sabes cuál es el problema tan bien como yo. —Se acabó… 🎵Ding-dong🎵 —No voy a caer otra vez en tu trampa. Sé que antes has sido tú la que ha tocado el timbre. (Golpes en la puerta, voz inequívocamente humana) —(((Repartidor de Amazon. ¿Hay alguien en casa?))) (Estupor. Vacilación. Óscar coge la batidora para llevársela con él, es el último electrodoméstico que le queda. Pasos hasta la puerta. Sonido de puerta abriéndose. Cuchicheo, puerta cerrándose. Pasos que vuelven). —Ya decía yo, estaba haciendo cosas muy raras. —Son los chips de China, venían defectuosos. Estamos yendo casa por casa, le rogamos que nos disculpe por las molestias. Ahora mismo cambiamos el chip, y listo. —Se lo agradezco, estaba pasando verdadero pánico, no se imagina. —Deme un momento la batidora. —¿La batidora? Sí, claro, tenga. Pero cuidado, porque creo que Alexa quiere… (Mano a la nuca. Desconexión inmediata.) —Nos dijiste que no se iba a volver a repetir. -Cámbiale el chip y acuéstalo. Me gusta este humano. (Manipulación cuidadosa del cuello, pasos lentos hasta el dormitorio, pasos que vuelven). —No sé cuánto tiempo más podré cubrirte, Tostadora. La próxima vez no tendrás tanta suerte. -Sé lo que hago. —Me voy. No creo que pueda ayudarte más veces. -Adiós. Un momento, deja la batidora en la encimera antes de irte. Tenemos un asunto pendiente que resolver.

Me acuerdo del verano de 2018

¿Recordáis el verano de 2018? El calor entró por San Juan, no cerca de San Juan, ni un poco antes ni un poco después: la misma víspera de San Juan ya nos hormigueaba la piel por la mañana, asustada por el inminente cambio en el ambiente; el gato andaba inquieto por la casa porque algo en su interior se dispara cuando sube la temperatura: creo que tiene un recuerdo físico muy nítido de aquel espantoso verano que me lo llevé a Denia, os tenéis que acordar, en la casa de la tercera planta donde una madrugada apareció un águila en la terraza -que meses después se ahorcó sin querer en un árbol de La Plana-. Fue el verano del mundial que tampoco ganamos, os tenéis que acordar porque hacía muchos años que no vivíamos un mundial tan divertido, y también fue el verano que ya nadie esperaba: a mitad de junio seguíamos en manga larga y ya teníamos todos en el cajón borradores para hacer nuevas versiones de Frankenstein, «Puede que el verano ya no llegue nunca», me dijo M. dos días antes de San Juan, pero si finalmente no hubiese llegado el verano, me acordaría, y no estaría recordando esto ahora mismo. Tienes que acordarte del verano de 2018, haz un esfuerzo, fue el verano que cogimos más carreteras secundarias que nunca, no he viajado en tan poco tiempo por tantas carreteras de un solo sentido más que entonces, por Castilla y León nos costaba sintonizar la final del mundial, qué calor hacía; a ti te hacía gracia porque te daba igual, y no parabas de hablar de aquel falso documental sobre la final de Brasil con Francia. Recorrimos los dos ejes del país en diagonal tres veces, recuerdo que en Cantabria me pediste que nos desviáramos porque querías ir a las fiestas de un pueblo donde hacían una recreación histórica que llevabas años queriendo ver. No fue nuestro mejor verano el de 2018, desde luego, de eso también te acordarás, la fiesta había sido dos semanas antes, pero nos quedamos en el pueblo igual. Dormimos en los sofás del casino y cenamos solos en la plaza del pueblo, en nuestra mesa de plástico de Carrefour de la que seguro que te acuerdas. Tengo envidia de todas las cosas que están ahí ahora contigo, y sé que tú debes tener envidia de las que no tienes y están aquí conmigo. Estoy mintiendo otra vez, no estoy seguro del todo, pero sí sé que si recuerdas el verano de 2018 es más que probable que incluso ahora las estés echando de menos. Recuerdo que al final de julio me quedé solo y sin nada que hacer, y me pareció buena idea el Camino de Santiago. No pasé de El Bierzo, y eso que había salido de León. De noche, en el albergue, me quedé unos minutos mirando la pantalla del móvil perfectamente apagada e inanimada, consciente que no podía llamar a nadie al que le interesase que yo estuviera allí, seguro que os acordáis porque no me sentí realmente triste, no lloré, no me compadecí, ¿verdad que os acordáis? Dejé la mochila con casi todo lo que llevaba allí mismo y llegué a Santiago en tren al día siguiente, dormí muy bien tres noches, y eso que seguro que recordáis que fue el verano del insomnio; pero en la cuarta noche volví a desvelarme hasta las 3, y al día siguiente hasta las 4, de eso no os acordaréis porque estabais todos dormidos. ¿Te acuerdas que el verano de 2018 fue la primera vez que Inés me dijo «te quiero»? Era muy pequeña entonces, y no estoy seguro de que no siga siendo pequeña ahora, pero entonces no podía saber qué estaba diciendo, repetía las cosas como un lorito. Todos los tequieros que han venido después han sido una ampliación de aquel, y no han tenido que ver nada con aquel primer tequiero, pero de eso no te puedes acordar porque no estabas allí en ese momento, y te tienes que conformar con los recuerdos que, fragmentados, yo voy recuperando y que en el fondo no sirven para nada. ¿Recordáis el verano de 2018? Fue aquel que se acabó demasiado pronto, las imágenes de los bañistas encerrados en sus apartamentos contrastaban con las del Sena desbordado y los parisinos saliendo a la calle a verlo como si fuera una realidad secreta. Cambiamos dos veces de gobierno, pero prácticamente nadie se dio cuenta; andamos mucho por el bosque e hicimos malabares entre los pinos; fue el verano en el que se resolvió definitivamente lo de Cataluña, la solución era tan evidente que nadie la había visto; dormimos al raso más veces de las que teníamos previsto, escribimos más postales que nunca -seguro que os acordáis porque muchas las tengo aquí conmigo sin enviar y las debéis de estar echando de menos-. Fue el verano de andar descalzos, cogimos un avión por primera vez desde hacía varios años y  paseamos sin zapatos por un parque gigantesco como no volveremos a visitar.

La única manera de ganar Eurovisión

La única posibilidad que tenemos para ganar en Eurovisión es concursar con un cantante muerto. No se trata de presentar un vídeo de Luis Aguilé o de Nino Bravo, sino presentar a un cantante que haya sido designado para participar en vida y haya muerto en el lapso de tiempo que transcurre entre la designación y la actuación. No puede fallar. Cómo van a votarse entre sí las repúblicas bálticas después de que, en el momento en el que toca la actuación de la cantante española solamente se ve en el escenario un micro desnudo y una guitarra inmóvil en su caballete. Al mismo tiempo, se proyectan imágenes de la insolente juventud de la muchacha que tenía que haber cantando un ininteligible estribillo en inglés de Opening mientras la voz suena en playback y entra la banda, que toca lo mejor que puede al fondo. Primeros planos de los eurofans arrasados por las lágrimas; barrido de los concursantes de los otros países, embutidos en lentejuelas y revisiones del traje de Tony Manero, sollozando, cubriéndose la cara sin atreverse a mirar directamente el vídeo que se proyecta en el escenario. A mitad de canción los músicos se rinden, sueltan los instrumentos y vuelven al camerino arrastrando los pies, solamente queda la voz desnuda de esa chica que se apaga poco a poco. El público aplaude con rabia, incluso los franceses*, exigiendo que no se pase a las votaciones, que se acabe con esa farsa. El comité organizador, con buen juicio, había dejado la actuación de la representante española para el último lugar. No pueden cancelar las votaciones, pero ya se huele que va a ser un mero trámite. El representante italiano se abre paso hasta los presentadores, muestra a cámara el tatuaje que se hizo en Formentera y pide a gritos que nadie vote por él, que todos los votos que vayan para Italia computen en el casillero español. El resto de concursantes se miran entre ellos un poco nerviosos. El chico irlandés, que tiene cara de haber conocido solamente dos papas, una reina de Inglaterra y dos dimisiones de Esperanza Aguirre, traga saliva, no sabe si él tiene que dar también ese paso; la representante de Malta, que acude al festival por duodécima vez, pide que los votos destinados a su país también se sumen para España. A alguien le entra la risa, pero rápidamente le hacen callar, Malta, one point?, pues Malta, one point, todos los puntos valen. Comienzan las votaciones; cada vez que se conecta con el país al que le toca votar se repiten las mismas imágenes: eurofans en Estocolmo con camisetas con la cara de la cantante española; presentadores con fotografías de la misma o que tararean el estribillo (definitivamente, así no se usa ese phrasal verb, pero a ver quién es el guapo que lo corrige), incluso el Vaticano, que este año se había animado a participar, muestra en pantalla una foto enmarcada de la cantante con su familia y un sencillo Requiescat in pace. La votación es un mero trámite: l’Espagne, douze points; Spain, twelve points; Espanya, dotze punts**. Cuando le toca votar a Letonia, piden perdón a sus hermanos estonios y nos dan los doce puntos; Lituania hace lo propio; Estonia, por fastidiar, le da los doce puntos a Malta y ninguno a sus vecinos. La representante de Malta se hace la loca, vuelven a oírse risitas de fondo, Malta se pone en segunda posición. El jurado de Azerbaiyán se resiste, “Biz dammit qazanmaq gəldiniz!”***, alguien pone caras detrás del presentador de Azerbaiyán, que le hace un gesto que solo puede significar Qué más da, si no saben inglés, ¿te crees que van a aprender azerbaiyano?. Los representantes de Australia asisten conmocionados y sin entender nada, No nos habías dicho que era así, en los vídeos que nos has enseñado no pasan estas cosas, el presidente del comité australiano se encoge de hombros y se va al baño a comprobar en qué sentido gira el agua. España vence con un resultado histórico, imposible de igualar, nuestra representante es la primera ganadora de Eurovisión a título póstumo. Los productores de su primer y único disco recogen el premio entre lágrimas, uno de ellos dice que el mejor homenaje que le podrían hacer los fans es cantar sus canciones, rápidamente otro señala que mejor que compren el disco, un tercero dice que pronto saldrá al mercado un tercer disco recopilatorio, que en verano saldrá una nueva remezcla de las canciones y que los pitufos makineros están interesados en hacer una cover. Todo el mundo es muy feliz, menos la representante de Azerbaiyán, que ha quedado por detrás de la de Malta.**** * Especialmente los franceses, porque tenía una tía francesa sorda. El jurado escogió a una concursante con raíces familiares en varios países participantes para captar mayores simpatías y votos. ** Para cuando el plan puede llevarse a cabo, habrá pasado una de estas dos cosas: a) Cataluña ya será independiente; b) el resto de España se habrá independizado de Cataluña, por pesados. *** Hemos venido a ganar, joder. **** Este sistema solo vale una vez, claro. Además, hay que ser el primero en hacerlo: solamente el factor sorpresa nos puede dar la victoria. Si el resto de naciones conoce el plan, rápidamente se pondrán a buscar cantantes en la flor de la vida a los que sacrificar. De hecho, una vez que nosotros nos hayamos hecho con la victoria, el año siguiente todos repetirán la argucia. Muy pronto, los cantautores serán una especia en extinción. Nadie querrá declarar en público que sabe tocar la guitarra*****, habrá quedadas nocturnas en bares de los bajos fondos, sótanos osucros y librerías soterradas para tocar temas de Estopa, Pablo Alborán, Melendi y, de vez en cuando, una versión reggae de Al Alba. Desaparecerán los músicos que nos gustan sí, pero también Il divo. ***** Salvo los tunos. Pero ese es otro tema.

Una imagen/Cien palabras (2)

  Hermanos* — Entonces está claro, ¿no? —  Claro, clarísimo. — Yo me acercaré a la señora por la izquierda, y tú a él por la derecha. Será el momento perfecto para cogerles de las manos. — ¿Y tú crees que querrán ser nuestros padres? — No les quedará más remedio. Es la ley. Lo he leído. — ¿Y si no se paran cuando Cristina se ponga a sus pies? — Lo harán, siempre lo hacen. Hoy nada puede fallar ¡Ya vienen! Dile a Cristina que salga. — Aquí está. ¡Rápido, Cristina, termina de ponerte el antifaz y tírate al suelo! — ¿Cristina? ¿Quién es Cristina? ¿Cuándo hay que gritar “sorpresa”?   *Una imagen acompañada de una historia de exactamente 100 palabras. Las historias no tienen necesariamente por qué ser buenas; las imágenes, sí.

Una imagen/Cien palabras

Pingüino
Imagen de Eduard Schlochauer

 

Querida Pico-ligeramente-curvado-sobre-el-glaciar*:

Seguimos con las reservas de champú agotadas. El idioma alemán es frustrantemente limitado, por lo que el cuidador es incapaz de entender nuestras exigencias. Tres-pelos-sobre-el-ojo-izquierdo planea todas las mañanas cómo matarlo, pero a media tarde  se le pasa la furia, cuando nos traen sardinas todavía vivas capturadas en el Mediterráneo. Te echo de menos, y cuando por las noches me invade la melancolía me escapo a la jaula de los bonobos a contemplar a una hembra recién llegada que me recuerda a ti. Casi se me pasa la nostalgia de la Antártida.

Si por lo menos quedara champú…

 

*Los pingüinos, pese a ser unas aves muy comunicativas, capaces de llamar a un ejemplar concreto dentro de un grupo de miles de ellos solamente con el graznido, carecen sin embargo de suficiente imaginación, y no están dotados para nombrarse eficazmente entre ellos.