Óscar Mora

Entrevista a Rosa Ribas

«Gracias a la experiencia de ser extranjera he llegado a ser la escritora que soy»

Rosa Ribas (El Prat de Llobregat, 1963) viajó en 1991 a Alemania con la intención de pasar un año, y ya lleva 25 allí. Pero una parte de ella se quedó en la comarca de sus abuelos, El Maestrazgo, y ahora lo recupera con una novela sobre emigración y licantropía, “La luna en las minas”. Con doce novelas publicadas en once años, la autora, conocida por sus serie de la la comisaria Cornelia Weber-Tejedor, teje un relato sobrenatural con los pies en el suelo que nos pone frente a realidades como la xenofobia y la aceptación del otro.

Rosa Ribas, La luna en las minas. Editorial Siruela, 248 páginas, 16,95 €

Después de una larga lista de novelas negras y una novela de superhéroes (de superheroína) realmente atípica, publica ahora “La luna en las minas”, en la que el protagonista es un licántropo. ¿El cuerpo le ha pedido alejarse de los crímenes para girar hacia la ciencia ficción?

Procuro ir alternado. Ya lo hice con Miss Fifty, la superheroína, también con Pensión Leonardo. Más que descansar de los crímenes, necesito descansar de los imperativos del género negro. Tal como lo escribo yo, es un trabajo muy estricto de planificación, de estructuración, de control. Escribir novelas que no sean de género –y creo que esta no lo es, a pesar del hombre lobo- me permite escribir con mayor libertad, improvisar más, cambiar de planes, otras libertades de estilo y de contenidos.

 

La luna en las minas, de Rosa Ribas. Editorial Siruela. Reseña de Óscar Mora.Lo primero que llama la atención –por si un hombre lobo no fuera suficiente- es la ambientación en la comarca del Maestrazgo, un lugar con poca tradición como escenario literario pero con un atractivo como espacio físico e incluso de frontera. ¿Cómo ayuda ese paisaje a hacer creíble un personaje-bestia?

En un principio quería que la historia transcurriese en Galicia, por la tradición del lobisome. Escribí una primera versión así, pero me di cuenta de que algo fallaba. En cuanto decidí llevarla al Maestrazgo, que es un territorio que conozco, que es familiar, pues mis abuelos maternos eran de allí, noté que el lobo empezaba a caminar con paso firme. El paisaje del Maestrazgo me permitió, además, crear una leyenda propia que explique la licantropía de Joaquín, una leyenda arraigada en la historia del Maestrazgo y un paisaje singular, áspero y remoto, en el que podemos perfectamente imaginar que se esconde la bestia.

 

Hay un profundo transfondo que trata la emigración española a Alemania, que tiene ecos en las migraciones modernas; ¿no temía que el hecho de tener un protagonista propio del género fantástico y de terror quitase importancia o brillo a ese tema?

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Todo lo contrario. Escribir sobre este tema era para mí una deuda pendiente desde hacía muchos años, desde que, documentándome para mi primera novela negra, “Entre dos aguas”, entrevisté a muchos emigrantes españoles en Frankfurt. Sus historias me impresionaron tan vivamente que incluso me tomé la libertad de “colarlas” en breves capítulos en la novela. Pero eran sólo  escenas breves que contaban momentos puntuales de la vida de algunos personajes. Me quedó pendiente escribir una novela que hablase de la emigración de los sesenta a Alemania, sobre la que se ha escrito poquísima ficción, a pesar de la importancia que tuvo.

Pero lo que no quería era escribir una historia realista al uso, de ahí que decidiera introducir un elemento fantástico encajado en una forma de contar realista, casi naturalista. Por eso en la novela he evitado de manera muy consciente los recursos estilísticos propios del género fantástico. Es un mundo real, reconocible, en el que, por otra parte, resulta coherente que haya un muchacho licántropo.

 

La familia, la deshumanización del extraño, la imposible convivencia con los demonios interiores de cada uno… son algunos de los temas que aborda “La luna en las minas”, ¿en qué se inspiró para crear un personaje tan atormentado?

Mi idea es mostrar la parte humana del licántropo. Cuando este personaje aparece en libros o películas, se nos suele mostrar sólo la parte más truculenta. Vemos cómo se transforma, se cubre de pelo, le salen una garras enormes, el hocico, gruñe… Lo que a mí me interesaba es el ser humano. Contar qué siente esa persona, cómo se enfrenta a la maldición de portar esa bestia en su interior, su lucha constante –que no deja de ser la lucha de todos los humanos- porque su parte humana, racional y educada, logre evitar que la parte animal siga sus instintos y mate. Quería hablar de la soledad, de los miedos, de la búsqueda de afecto y amor. En “La luna en las minas” nunca veremos a la bestia. Porque la historia es la de Joaquín y él desparece cuando la bestia se apodera de él, cómo es y qué hace la bestia sólo podemos imaginarlo.

Usted misma lleva más de 25 años siendo extranjera en Alemania, ¿cuánto hay de la experiencia de Rosa Ribas en el proceso de emigración que se cuenta en la novela?

Mucho, aunque  mi historia es muy diferente. Yo me marché con la intención de pasar un año en Alemania para aprender el idioma. Después decidí quedarme. Siempre he pensado que esa fue la mejor decisión de mi vida y estoy convencida de que gracias a eso, a la experiencia de ser extranjera, he llegado a ser la escritora que soy.

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Al igual que la novela negra, la novela de fantasía o de terror suele tener una consideración de “género menor”, situando las historias de fantasmas en una posición más “literaria”. ¿Ha buscado reivindicar, o modernizar, un tema tan marginal como la licantropía?

No. He tomado, como hago también cuando escribo novela negra, los elementos que la literatura, sea cual sea el género, me ofrece para contar lo que quiero contar del modo que me parece mejor.

La escritora Rosa Ribas

Anteriormente, ha creado personajes femeninos protagonistas de novela negra muy marcados y peculiares, abriendo una brecha que estaba poco transitada. ¿”La luna en las minas” pedía necesariamente un hombre lobo? ¿Qué perspectiva hubiera dado a la novela una mujer loba?

Es que quería que fuera minero, que se refugiara de los rayos de la luna en las minas de carbón. Por eso era imposible que fuera una mujer loba. Hubiera resultado una novela completamente diferente, de entrada, su trayectoria vital ya sería otra, el viaje, la vida de emigrante, su entorno social, todo sería distinto. La verdad es que la mujer loba es un personaje poco explorado.

 

Sin embargo, la redención, la aceptación y la humanización vienen al personaje a través de dos mujeres, una abuela-madre y otra que representa algo prohibido para un monstruo: el amor. ¿Es esa parte femenina la que representa la salvación?

Por una parte tenemos a su madre, que lo repudia al nacer y está dispuesta a dejarlo morir de hambre porque le tiene miedo.

Después aparecerán dos mujeres que lo salvan. La abuela al acogerlo en su casa y educarlo. Bueno, educar al niño y domar a la bestia, de ahí la tremenda brutalidad con que lo trata a veces. La abuela es la que le da las pautas que marcarán toda su vida, el mandamiento de no hacer daño, lo que será su leitmotiv.

Anne, de quien se enamora porque es capaz de sostenerle la mirada, porque no le tiene miedo. Gracias a Anne, también a su amistad infantil con Vicente, Joaquín descubre que, a pesar de la terrible maldición que lo persigue por más que huya, hay motivos para vivir, para luchar día a día contra la bestia.

 

Denos una alegría a sus lectores: ¿tiene planeado volver pronto a la novela negra?

Sí, pero de otra manera. Ya lo verán. Pero más no puedo contar.


Versión en PDF de la entrevista

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Artículo publicado en el Diario Información (solo para suscriptores).