Un paraíso cerrado por reforma
Javier Montes; Varados en Río. Editorial Anagrama, 303 páginas, 19’90 euros
La novela híbrida es cada vez un material más común entre los autores españoles. La mezcla de géneros no es ninguna novedad, pero bajo la excusa de hacer memorias con forma de ficción, alterar relatos históricos o poner literatura a un libro de viajes, muchas veces encontramos en las librerías novelas que son meras ocurrencias junto con libros transversales en su forma y de gran valor. En el caso de “Varados en el paraíso”, Javier Montes se ha quedado a medio camino entre ambas cosas, ya que en su libro hay un relato que atraviesa todas las páginas, y es el de la experiencia del propio autor y los dos años que estuvo viviendo en Río. Sucede que el propio Montes estaba prácticamente de paso por la ciudad, con la expectativa de volver a España tras las Navidades, y se quedó los dos mencionados años, por lo que abre el espacio a recrear una poética del exiliado en el paraíso. Montes diferencia el exilio “en” el paraíso del exilio “del” paraíso, y esa es la excusa perfecta para hablar de cuatro escritores que, como en la propia peripecia del autor, vivieron más o menos a su pesar en Río.
Se trata de Rosa Chacel, Manuel Puig, Stefan Zweig y Elizabeth Bishop. Javier Montes sigue la pista de cada uno de ellos, abordando la pesquisa de su paso por la ciudad brasileña de maneras similares pero con enfoques muy distintos. Tiene la virtud de crear un relato muy entretenido, en tanto que convierte a estos autores en personajes literarios, y toma de cada uno de sus exilios particulares las partes que mejor ayudan a, por un lado, armar un relato de ficción, y por otro para unirlo con su propia experiencia. Esto hace que el relato quede algo sesgado, y en bastantes ocasiones sea meramente anecdótico, lo que hace que “Varados en Río” pierda gran parte de su valor documental o ensayístico, y tenga mucho de relato completado a media entre Montes y el lector para imaginar, en ligar de recrear, qué cosas y cómo les ocurrieron a cada uno de los autores.
El caso de Chacel es un exilio paradigmático: la escritora, hoy muy inferiormente leída a lo que quizá se merece, huyó de la dictadura, y en todos sus años en Río vivió la sombra de la vida que podía haber llevado, incapaz de disfrutar de ese supuesto paraíso. Todo el relato de Manuel Puig viene a corroborar algunos de los lugares comunes que hay alrededor de este autor, haciendo hincapié en su tacañería y su cinefilia enfermiza. Solamente hay un exilio feliz en el libro, y es el de la poetisa Elizabeth Bishop, con el que se cierra el libro, y en el que hay una verdadera historia de amor, aunque ahorraremos aquí los detalles para no desvelar nada al lector que quiera acercarse a “Varados en Río” por su faceta de ficción. La parte dedicada a Zweig es, con mucho, la peor abordada, o al menos en la que parece haber habido una labor de documentación menor.
El resultado es un entretenido libro que tiene tanto de diario personal de viajes como de novela negra literaria: como un investigador privado, se nos muestran con cuentagotas las historias de cada autor, envueltas de manera magnífica en el ambiente contradictorio de una ciudad que alberga el paraíso y el infierno en una misma fotografía, capaz de producir en nosotros saudades sin haberla visitado nunca, o de hacernos sentir una repulsión que nos atraiga definitivamente hasta sus puertas.