Óscar Mora

La zona de interés, de Martin Amis

El espejo deformante

Si uno se acerca a cualquier librería generalista, y consigue abrirse paso entre los best sellers y los títulos de coaching (vulgo, autoayuda), un repaso no exhaustivo a la sección de novela siempre da como resultado que se dé con numerosos libros ambientados en la Segunda Guerra Mundial. Esta abundancia, que sobrevive y traspasa las modas literarias, podría generar hastío e incluso rechazo, pero no es así, y tenemos que luchar denodadamente para que no ocurra. La última generación de sobrevivientes de la Segunda Guerra Mundial se encuentra al borde de la extinción, y no han de pasar muchos años para que llegue el día en que no haya en el mundo nadie que pueda dar testimonio directo del Holocausto. Evitar el olvido no es necesario, porque se trata del hecho histórico más y mejor documentado, y eso es lo que paradójicamente hace cada vez más complicada la ficción. La novela es fabulación, es posibilidad y cuando es buena arroja luz sobre zonas que permanecen en la sombra. Eso es lo que hace Martin Amis con “La zona de interés”, contado desde el interior del campo de concentración de Auschwitz.

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Se reparten la narración tres personajes: Golo, un sobrino de Bormann destinado en el campo; Paul Doll, el comandante del campo, y la más original de las tres voces: Szmul, uno de los encargados del Sonderkommando, la unidad de prisioneros encargados de trabajar en los crematorios y cámaras de gas; Somos los hombres más tristes en la historia del mundo, dice en su presentación, y de todos esos hombres tristísimos, yo soy el más triste. Su tristeza es, según el propio Szmul, “demostrable”, ya que es el prisionero con el número más bajo, el de mayor antigüedad. En los últimos años nos hemos acostumbrado a estremecernos con los relatos desde el interior del horror, dando voz a los nazis: ahí están, por dar solo dos ejemplos, “Las benévolas” de Jonathan Littell o la película “El hundimiento”. “La zona de interés” ha suscitado mayor polémica, hasta el punto de que los editores habituales de Amis en Francia y Alemania se negaron a publicarla. La excusa es que se puede interpretar que frivoliza con el Holocausto, haciendo que los verdugos se pregunten por los problemas de orden práctico que conlleva la aniquilación de millones de personas. Al parecer, no hay problema en dar un tinte dramático o dar un enfoque “dulce”, como en “El niño del pijama de rayas”, sino que mostrar la humanidad del asesino, añadir toques de humor, es lo que genera controversia.

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“La zona de interés” no es una comedia, ni siquiera una tragicomedia. Los nazis no eran monstruos informes, sino personas como ustedes y como yo; mediante la decadencia física y mental del comandante, y el triángulo amoroso que se forma entre él, su mujer y Golo, se pone de manifiesto la cara menos plausible del horror.

La novela abandona la sátira y decae cuando Amis se empeña en mostrar la extensa documentación con la que ha trabajado, documentando desde la construcción de Auschwitz III hasta la rebelión de los Sonderkommandos, y termina de declinar cuando hacia su parte final se centra en la historia de amor y sus consecuencias transcurridos los años. Amis hace decir a Szmul que el campo de concentración es una especie de espejo mágico, que te devuelve el reflejo de lo que “realmente eres”; Golo abunda en la idea, diciendo que no sabes bien quién eres hasta que no entras en “la zona de interés” –la zona de exterminio-. Más allá de su valor literario, que es mucho, novelas como esta actúan como un espejo, sucio y deformado, que nos muestra lo que somos o podríamos ser. Un espejo que no hay que dejar de mirar nunca.

Reseña publicada en el diario Información el 26 de noviembre de 2015

Martin Amis, La zona de interés. Editorial Anagrama. 303 páginas. .

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