Descenso hacia la nada
Willem Frederik Hermans, No dormir nunca más. Tusquets, 376 páginas, 19 euros.
La ausencia de traducciones al castellano de los libros de Willem Frederik Hermans era una carencia que Tusquets comenzó a subsanar con la publicación de El cuarto oscuro de Damocles, y que continuó con el volumen que nos ocupa. Parte de la culpa de que su obra prácticamente sólo pudiese encontrar en su lenguaje materno, el holandés, es del propio autor, que tras leer las primeras traducciones de sus novelas, poemas y ensayos a otros idiomas consideró que éstas eran “insatisfactorias”, y prohibió que se volcasen a ningún idioma. Su peripecia vital incluye parte de su infancia en la Holanda ocupada por los nazis y una errática carrera como profesor de geografía en la universidad de Groninga, de la que fue invitado a irse por pasar más tiempo dedicado a escribir que a dar clase. Comparado con Kafka y Céline, Hermans practica un existencialismo plagado de humor.
La novela ayuda a verlo todo de otra manera, una de las funciones primordiales de la literatura.
No dormir nunca más cuenta la aventura de Alfred Issendorf, un recién licenciado en geología holandés que se enrola en una expedición por el desierto helado del norte de Noruega para encontrar la prueba de que unas curiosas erosiones del terreno han sido provocadas por meteoritos. Pronto, el propio Alfred nos revelará que no es la persona ideal para este tipo de viajes, y que ni siquiera tenía vocación de geólogo: la sombra de un padre científico que murió siendo Alfred niño le destinó a terminar un destino.
Llevados por esta breve interrupción, podríamos pensar que vamos a asistir a una novela de aventuras -dicho sea sin desdeñar ese género- pero Alfred es un antihéroe, un pez fuera del agua incluso en su propia casa, que va torciendo sus planes y los de todos los que se encuentran a su alrededor. La separación de su hogar para enfrentarse a la naturaleza extrema en Noruega le hace empezar a cuestionarse los motivos reales del viaje, los porqués de sus elecciones hasta ese momento y lo vano de sus ansias por realizar un hallazgo científico del que su padre se hubiese sentido orgulloso. En la cita que ilustra el libro, Isaac Newton afirma no saber cómo le verá el resto del mundo, él se sigue viendo “como un niño que juega en la playa mientras el océano de la verdad se extiende ante él, inexplorado”. Alfred deberá pasar por el trance de verse incapaz de continuar con la expedición, sentirse traicionado por sus compañeros y perderse en la tundra para llegar a una conclusión parecida.
No dormir nunca más es una novela sobre la mezquindad humana y la futilidad incluso de la ciencia a la hora de tratar de explicarnos en el universo y de explicar al propio universo: Hermans se burla en la primera parte, cuando Alfred todavía mantiene el impulso por el viaje y la gloria, del mundo académico, de la necesidad de encontrar un lugar en la sociedad, de sus propios orígenes y de qué cosas son valiosas para configurarnos como individuos, y dedica la segunda parte del libro, precisamente cuando el protagonista está perdido en un paraje desolado, a recoger todas esas ironías con las que Alfred finalmente encuentra un sentido -en la falta de sentido- a su peripecia. Lean No dormir nunca más: no les quitará el sueño, pero les ayudará a verlo todo de otra manera, una de las funciones primordiales de la literatura.